miércoles, 8 de julio de 2009


Domingo sufragista

Humberto Cruz

México, D. F.

6 de julio de 2009


Ante la expectativa de una jornada electoral sorpresiva, los funcionarios de casilla de la sección 4151 de la delegación Xochimilco, llegaron temprano, alrededor de las siete quince de la mañana, para cumplir con su encomienda: participar en el derecho sufragista y contar los votos de los ciudadanos.

La impuntualidad, característica de los flojos, hizo pensar en algún momento, que las elecciones en esta sección no se llevarían a cabo, pues los capacitadores, responsables de abrir la escuela Carlos Pellicer, arribaron cerca de las ocho, hora en que, de acuerdo a las instrucciones del Instituto Electoral del Distrito Federal (IEDF), se inaugurarían los comicios para elegir a diputados locales y jefes delegacionales.

Apresurados y con cierto sesgo de nerviosismo, los funcionarios de casilla entre los que me incluyo, instalaron las mamparas y urnas, sacaros las sillas y mesas y comenzaron a llenar las actas de apertura al sufragio, mientras la gente, desesperada, incrementaba el desorden que yacía en ese local, cual si fuera sucursal bancaria.

Pronto, a las ocho veinticuatro, los votantes pasaron a las mamparas a emitir su voto, el inicio fue desastroso y confuso. Diez, veinte, treinta personas amontonadas y desorganizadas, provocaron la equivocación de varios funcionarios de casilla. Fueron cuatro horas sin descanso, hasta que al mediodía hubo un respiro.

De las doce a las tres de la tarde, fue tiempo prácticamente muerto; la gente dejó de acudir a las urnas “quizá por que era la hora de la comida”, argumentó Citlali, presidenta de una mesa directiva de casilla. Durante este periodo, ni las moscas hicieron acto de presencia.

Atosigados por el cansancio del primer lustro de horas de la jornada electoral, los funcionarios de casilla, tanto locales como federales, comenzaron a angustiarse, no tanto porque no hubiera sufragantes, sino por que las tripas comenzaban a quejarse del ayuno dominical no planeado, reclamaban un pedazo de pan, carne o de perdida un vaso de leche despreciada por el hijo de una representante de partido.

Desde la avenida principal, un taquero presumía de ser el Rey Midas mexicano, y en verdad, todos los tacos que preparaba los convertía en monedas. Así, muchos funcionarios, cubriendo a sus compañeros, tranquilizaron su intestino. Con ello, estaban preparados para seguir en la contienda. Y así fue, pues a las tres de la tarde, una ola de votantes hacía fila para cumplir con la obligación ciudadana de emitir su voto.

Algunos percances le pusieron sazón a la jornada. Una sufragista impidió que se le manchara el dedo con tinta indeleble, “luego no se quita y además huele feo”, dijo. Ahí estaba la señora que voto dos veces; el señor que perdió su credencial actual y llevó la anterior y que, a fuerza de ganas, quería votar; el joven que no aparecía en la lista; la señora que se equivocó de urna; el secretario que emitió un voto inexistente; en fin, pequeños accidentes que quizá alteraron, parcialmente, los resultados.

Las cinco de la tarde, hay pocos sufragistas y sobran muchas boletas, semejante a un desierto, las mamparas esperan a que alguien transite por ellas. Por fin, una persona, dos, tres, cuatro; un pequeño remolino advierte que la última media hora será pesada. La profecía se cumple, veinte votantes en los cinco minutos restantes.

A las seis de la tarde, las puertas del colegio Carlos Pellicer fueron cerradas. Ahora, el cómputo y escrutinio sería la última tarea que los funcionarios de casilla realizarían. Primero, la urna de Diputados a la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, pocos votos, mucha abstención y en realidad pocos sufragios nulos. Lo mismo sucedió con la urna de jefes delegacionales.

El conteo parcial, ponía en clara ventaja al Partido de la Revolución Democrática (PRD); en segunda instancia, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y en tercer lugar, el Partido Acción Nacional (PAN), “ándele, por mamones y chismosos”, exclamó una representante del Partido del Trabajo (PT).

Una vez concluido el conteo, los funcionarios de casilla, documentaron los resultados y armaron los paquetes electorales que se entregarían al consejo distrital ubicado en Xaltocan, Xochimilco.

A las nueve de la noche y con la publicación de los resultados, se clausuró la jornada electoral “ahora sí, a dormir”, sentenció el encargado de la escuela.

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